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Según los expertos del Centro de Estudios del Coaching (CEC), las personas sentimos la necesidad de crecer y aprender cosas nuevas pero existen barreras biológicas y sistémicas que pueden frenar ese aprendizaje.

Aprender nos exige usar mucha energía, mientras que nuestro instinto de supervivencia nos pide todo lo contrario, que no la derrochemos.

El Centro de Estudios del Coaching (CEC), la escuela de Coaching especializada en coaching ejecutivo, ha emitido un listado de reflexiones sobre las barreras que rodean al aprendizaje. Según los responsables del CEC, las personas sentimos la necesidad de crecer y aprender cosas nuevas para aportar sentido a nuestra existencia, sin embargo, al hacerlo, chocamos con un escenario limitante propiciado por nuestra biología y por el entorno con el que nos relacionamos. “Crecer no siempre resulta agradable, pero a cambio aporta grandes satisfacciones. Sin desarrollo personal no es posible tener una vida plena” opina José Manuel Sánchez, Socio Director del CEC.

¿Por qué nos cuesta tanto aprender cosas nuevas?, ¿por qué si intelectualmente consideramos bueno un cambio de actitud o de hábito, después no somos capaces de llevarlo a la práctica? José Manuel Sánchez apunta: “a menudo no somos del todo conscientes de que existen condicionantes que gravan nuestras dinámicas de aprendizaje”. Según Sánchez identificar estas barreras hace que podamos ejercer un mayor control sobre ellas y seamos capaces de superarlas.

7 MOTIVOS POR LOS QUE APRENDER CUESTA

  1. Porque estamos diseñados biológicamente para sobrevivir. Nuestro cerebro no ha sufrido ninguna modificación esencial durante los últimos 15.000 años y su objetivo principal sigue siendo nuestra supervivencia. No está especialmente interesado en que seamos felices o que tengamos vidas plenas. Estos son conceptos demasiado modernos. Y sobrevivir significa integrar y automatizar procesos que en el pasado nos fueron útiles para salir adelante. Esta automatización se convierte a menudo en un obstáculo a la hora de integrar nuevos hábitos que, en el presente, nos serían más útiles.
  2. Porque aprender exige usar mucha energía mientras que la supervivencia pide todo lo contrario, que no la malgastemos. Uno de los elementos básicos de la supervivencia es la gestión de los recursos y nuestro cerebro realiza esta función extraordinariamente bien y de muchas maneras diferentes: por ejemplo, automatizando respuestas para buscar el camino más corto, distorsionando la realidad para hacerla más coherente, a través del olvido para que evitemos cosas que nos duelen, etc.
  3. Porque aprender algo nuevo exige soltar y desapegarse de comportamientos, actitudes, relaciones… Nuestro cerebro es conservador y, por mucho que nos demos cuenta de que arrastramos lastres que deberíamos soltar porque no nos ayudan a avanzar, nos cuesta hacerlo. A nuestra cabeza le parece poco práctico soltar elementos que en su momento nos resultaron útiles. ¿Para qué afrontar el riesgo?, ¿y si en el futuro vuelve a darse la situación?
  4. Porque aprender algo nuevo supone apagar el piloto automático. Fruto de lo anterior, las rutinas y los hábitos nos permiten automatizar muchos comportamientos, con poco esfuerzo y esto nos hace la vida más cómoda. Aprender algo nuevo, supone trascender nuestra biología y apagar el piloto automático para volver a pensar y tomar decisiones “no automáticas”, lo cual implica esfuerzo y gasto de recursos.
  5. Porque aprender supone aventurarse en zonas nuevas en las que el grado de incertidumbre es alto y el de control muy bajo. A las personas nos gusta contar con un entorno predecible y no cambiante, pero la realidad no es así, implica un cambio continuo en el que a menudo tenemos que salir del área de confort para aventurarnos en  sitios nuevos e incómodos. Abandonamos lo conocido y lo cómodo para llegar al área de aprendizaje, en la que es probable que sintamos ansiedad y miedo.
  6. Porque mi crecimiento no solo depende de mí mismo, sino también de mi entorno. Cualquier proceso de aprendizaje afecta, además de al individuo, a los sistemas a los que pertenece. Es muy difícil afrontar un cambio, cuando éste no cuenta con la aprobación del entorno (por ejemplo, la empresa o la familia). Para nuestro cerebro más arcaico, la pertenencia es una necesidad básica y primordial y no va a aceptar fácilmente que la pongamos en riesgo. Hacer algo así podría suponer una amenaza para la supervivencia, ya que sin el apoyo del grupo, podríamos tener problemas para autoabastecernos.
  7. Porque cuando aprendemos algo nuevo, podemos entrar en conflicto con comportamientos y actitudes muy arraigados, aprendidos de mi familia y entorno más cercano. Dentro de los diferentes sistemas a los que pertenecemos, el sistema de origen tiene un peso enorme. Cuando el aprendizaje entra en conflicto con patrones y creencias transmitidos a través de la familia, el proceso nos resultará mucho más complejo, porque sentiremos que los estamos traicionando.
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