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Cuesta creer que un directivo que se ha pasado toda su carrera profesional imponiendo su capacidad ahora ceda de forma entusiasta su autoridad.

A Albert Einstein se le atribuye esta frase: «Haz las cosas tan sencillo como sea posible, pero no más sencillo». Ese consejo lo han seguido al pie de la letra Andrew McAfee y Erik Brynjolfsson en su libro «Machine, Platform, Crowd», que intenta dar un sentido a la «fiebre tecnológica» que tiene desconcertados a tantos ejecutivos. Los dos académicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), que se convirtieron en los chicos predilectos de Davos tras la publicación de su anterior libro, «The Second Machine Age» (2014), hacen un buen trabajo evaluando el futuro tecnológico y los importantes hitos que se han marcado hasta ahora.

«Machine, Platform, Crowd» es un acertado informe sobre inteligencia artificial, big data y economía colaborativa. Sin embargo, McAfee y Brynjolfsson conocen las limitaciones de su futurología y evitan caer en un exceso de simplificación. En realidad, nadie tiene una idea clara de cómo evolucionará el mundo empresarial ni puede predecir la interactuación entre estas fuerzas, que cambian a gran velocidad. La primera parte del libro habla del impacto de la inteligencia artificial, que poco a poco se va introduciendo en todos los aspectos de nuestra vida. En 2015, Google había aplicado la tecnología de «aprendizaje profundo» a 1.200 proyectos de la compañía. Avanzamos hacia lo que Marc Benioff, consejero delegado de la empresa de computación en la nube Salesforce, llama el «mundo de la Inteligencia Artificial».

Los autores exponen argumentos sólidos en los que aseguran que, en muchas áreas, la inteligencia artificial es superior a la humana y que las empresas se pueden beneficiar de ello si saben sacarle partido. Los seres humanos suelen tener complejos pensamientos, implícitos o explícitos, y una excesiva dependencia de los instintos. Ya se trate de pronosticar la venta de viviendas o los precios de los vinos, la inteligencia artificial es capaz de proporcionar un análisis objetivo de valor inestimable. «Con mucha frecuencia, dependemos demasiado del juicio humano, cuando las máquinas pueden hacer las cosas mejor», escriben.

No obstante, este no es un buen argumento para las tecnologías que se siguen a ciegas. Hay conductores temerarios que por seguir las indicaciones de un navegador roto se han caído por un precipicio, un fenómeno que se denomina «muerte por GPS». Aún se debe aplicar el sentido común a cualquier indicación que venga de un ordenador. Los autores admiten que puede que se trate de un bulo, pero supuestamente un antiguo dispositivo de traducción inglés-ruso tradujo «el espíritu es fuerte, pero la carne es débil» como «el whisky es agradable, pero la carne se ha estropeado». La traducción automática ha mejorado notablemente desde entonces, pero las advertencias tienen su fundamento.

REVOLUCIÓN

La segunda parte del libro subraya la revolución que han causado compañías como Amazon, Apple, Uber o Airbnb. El dinero se consigue con más facilidad recopilando datos de los consumidores; de este modo, las empresas tienen un enorme margen de competitividad. La capacidad para ajustar rápidamente los precios en respuesta a la demanda fluctuante permite a estas compañías reducir «el superávit del consumidor», lo que los economistas definen como la diferencia entre la cantidad que los consumidores están dispuestos a pagar y el precio de mercado que suelen abonar.

La tercera parte, que se centra en el poder de las masas, es quizás la más interesante, pero también la más sorprendente. La capacidad de aprovechar la inteligencia humana colectiva abre grandes posibilidades, como ha quedado demostrado en la creación del sistema operativo de código abierto Linux o en la enciclopedia digital Wikipedia. Cerca de 11.800 desarrolladores de todo el planeta contribuyeron al éxito de Linux. En 2016, los usuarios de Wikipedia escribieron 36 millones de artículos en 291 idiomas, lo que le ha convertido en la sexta página web más popular del mundo.

Lo que no queda tan claro es cómo los negocios tradicionales sacan partido de esta colaboración. Los autores recomiendan a los negocios que trabajen con desconocidos sin licencia en lugar de con expertos con formación, que sin duda les conducirían al sector de la consultoría. Sin embargo, resulta interesante apreciar que las grandes compañías tecnológicas prefieren pagar por la innovación. Entre 2011 y 2016, Apple, Facebook y Google adquirieron cerca de 320 compañías.

En general, el mensaje que transmite el libro es que los líderes empresariales deberían reconocer las graves limitaciones de sus propias opiniones y experiencias, delegar más poder en las máquinas y buscar inspiración fuera de sus compañías.

McAfee y Brynjolfsson critican de forma justificada el síndrome HiPPO (acrónimo en inglés de Highest Paid Person’s Opinion), que consiste en que el instinto del jefe prevalece más que los hechos a la hora de tomar decisiones, pero parece un tanto ingenuo pensar que esta situación va a cambiar en la mayoría de las empresas ya consolidadas. Cuesta creer que un directivo que se ha pasado toda su carrera profesional imponiendo su capacidad ahora ceda de forma entusiasta su autoridad. ¿Para qué va a introducir un consejero delegado un sistema de toma de decisiones que le arrebate el poder que tanto le beneficia?

Visto en Expansión – Economía Digital

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